martes, 24 de julio de 2012

Dana Andrews

Dana Andrews en Laura

Carver Dana Andrews nació en una granja de Collins (Condado de Covington, Misisipi, EE. UU.). Era el tercero de los trece hijos que tuvo el reverendo baptista Charles Forrest Andrews y su mujer Annis. La familia se trasladó a Huntsville (Texas). Allí el joven Carver acabaría sus estudios y estudiaría administración en Houston, trabajando durante una temporada en la empresa Gulf & Western.

En 1931, Dana viaja a Los Ángeles, California para buscar oportunidades como cantante. Trabajó en diferentes trabajos para sobrevivir como dependiente en una gasolinera en Van Nuys a la espera de una oportunidad. ésta le llegó gracias a uno de sus clientes que le pagó las clases de ópera y del Pasadena Playhouse, una prestigiosa escuela de arte dramático. En 1940, Andrews firma un contrato con Samuel Goldwyn y nos llega su impresionante debut en la película de William Wyler El forastero protagonizada por Gary Cooper y Walter Huston.

En estos primeros años, Andrews intervino en algunas de las películas consideradas referentes del cine norteamericano de los años cuarenta. Así, el nombre de Andrews es habitual en Bola de fuego (1941) de Howard Hawks, encantadora actualización del cuento infantil "Blancanieves y los siete enanitos" junto a Gary Cooper y Barbara Stanwyck; Aguas pantanosas (1941) de Jean Renoir con Anne Baxter, La ruta del tabaco (1941) de John Ford junto a Gary Cooper y Gene Tierney o el maravilloso western El incidente Ox-Bow (1943) de William A. Wellman.

Pero sin duda, sería su intervención en la película Laura (1944) de Otto Preminger la que le catapultó hacia la fama. Un estrellato que se confirmaría en 1946 con su papel de Fred Derry en la tan memorable como oscarizada Los mejores años de nuestra vida de William Wyler.

Durante la guerra participó en algunos de los clásicos del género bélico ("The purple heart", "Alas y una plegaria" o "A walk in the sun"), buenos westerns y aventuras ("Tierra generosa", "Aguas profundas"), comedias con estilo ("La feria del Estado") o melodramas con toques de cine negro ("Ángel o diablo", "Daisy Kenyon", "El justiciero"), pasando luego al thriller con la guerra fría como tema de fondo ("El telón de acero")

En los años cincuenta, comenzaría con la excelente Al borde del peligro (1950), una intriga criminal dirigida por Otto Preminger. Pero el alcoholismo y la mala elección de los papeles hicieron que su carrera cayera en picado. De hecho, los problemas de alcohol de Andrews casi le cuestan la vida en dos accidentes de coche.
Con esta serie de escándalos, Andrews se vio forzado a realizar papeles secundarios en películas de serie B. De todas maneras, aún haría películas de indudable valor como Tres horas para vivir (1954, Alfred Werker), junto a Donna Reed; La senda de los elefantes (1954, William Dieterle) con Elizabeth Taylor; La pelirroja indómita (1955, Mervyn LeRoy), actuando con Greer Garson; Mientras Nueva York duerme (1956) de Fritz Lang, con Vincent Price y Rhonda Fleming, Más allá de la duda (1956, de Fritz Lang, junto a la inolvidable Joan Fontaine) o La noche del demonio (1958), una correcta película de terror del maestro Jacques Tourneur.

Durante los años sesenta, Andrews continuaría trabajando sin cesar en trabajos para televisión y películas cinematográficas de escasa categoría, aunque como secundario pudo acceder a superproducciones bélicas como estrella invitada: "Primera victoria" (1965) junto a Kirk Douglas y John Wayne; "La batalla de las ardenas" (1965), con Henry Fonda; o "La brigada del diablo" (1968) con William Holden y Cliff Robertson. De esta última etapa profesional destaca en su papel de presidente de colegio Tom Boswell en la serie de la NBC Bright Promise (1968-72).

En 1972, después de superar los problemas de adicción al alcohol, se convirtió en uno de los intérpretes cinematográficos más activos en el afán de convencer a la juventud de que se apartara del consumo excesivo de bebidas alcohólicas y fue uno de los primeros personajes famosos que hacía público su ingreso en la organización de los Alcohólicos Anónimos. Apareció, por último, en "De oriente a occidente para matar" junto a Stanley Baker y Geraldine Chaplin, "El último magnate" (1976) de Elia Kazan, y "Los valientes visten de negro" (1978) junto a Chuck Norris.

En lo que respecta a su vida privada, Dana Andrews se casó en dos ocasiones, la primera en 1932 con Janet Murray, de la que enviudó en 1935 y por último con la actriz Mary Todd en 1939, a la que dejó viuda en 1992.

En los últimos años de la vida de Andrews, se le diagnosticó la enfermedad del Alzheimer y en 1992 falleció a causa de una neumonía.

Filmografía

Treinta y nueve escalones (39 escalones)

Largo nº 19 de Hitchcock. Escrito por Charles Bennett, Ian Hay y Alma Reville (esposa de Hitchcock), se basa en la novela "The Thirty-nine Steps" (1915), de John Buchan. Se rueda, en B/N, en exteriores de Escocia y en los Lime Grove Studios (Londres). Producido por Michael Balcon (no acreditado), se estrena en junio de 1935 (Londres).



La acción tiene lugar a lo largo de varios días en Londres y Escocia, en 1934/35. Richard Hannay (Robert Donat) es un joven canadiense recién llegado a Londres, que se ve envuelto por sorpresa en la muerte de una joven agente secreta británica, Annabella Smith (Lucie Mannheim). Detenido por la policía, conoce a Pamela (Madeleine Carroll).



El film suma un thriller de intriga, suspense y misterio, una historia de aventuras y acción y una comedia romántica y de humor. Tras 10 años de gran actividad y con la experiencia de 18 películas, Hitchcock da forma a una obra madura, trepidante y equilibrada, con la que obtiene un gran éxito de público y de crítica. La acción se desarrolla a un ritmo rápido, que no da respiro al espectador, cuya atención se mantiene interesada de modo ininterrumpido. La acción se combina con una acertada construcción de personajes y con unos diálogos ingeniosos. El suspense acompaña el largo viaje de los protagonistas, lleno de amenazas, sorpresas y sobresaltos, a expensas de una persecución múltiple. La cinta está salpicada de chispas de erotismo. En la obra aparecen figuras tan gratas a Hitchcock como el falso culpable, la mujer independiente, agraciada, rubia, desenvuelta y frágil, y los enemigos interiores. No falta el recurso al humor como factor de descompresión de la tensión dramática. El realizador muestra, además, su afición por los trenes, las escaleras, el azar, el desdoblaminto de personajes (perseguidores perseguidos) y la rareza de las novedades tecnológicas (helicóptero). Son escenas memorables la del espectáculo inicial en el Music Hall, la noche en el hotel, la intervención en un mitín local y la parodia del matrimonio (Richard y Pam sujetos el uno al otro por unas esposas). De la obra se han hecho dos "remakes": Ralph Thomas (1959) y Don Sharp (1978).



La música, de Herbert Bath, Jack Beaver, Charles Williams y Louis Levy, se apoya en una partitura densa, colorista y descriptiva, de la que sobresalen los cortes "39 escalones", "Highland Hotel", "Mr. Memory" y "Final". Se añade la composición "Tinkle, Tinkle, Tinkle" (Harry Woods), que interpreta la orquesta del Music Hall. La fotograía, de Bernard Knowles ("Sabotaje", 1956), ofrece expresivos primeros planos, encuadres inquietantes, espléndidas imágenes del paisaje escocés y algunos trucajesc.) (cámara rápida). Da testimonio de la potente visualidad del realizador (cuchillo del pan, niebla, etc.)


TÍTULO ORIGINAL The 39 Steps (The Thirty-nine Steps)
AÑO 1935




DIRECTOR Alfred Hitchcock
GUIÓN Charles Bennett, Ian Hay, Alma Reville (Novela: John Buchan)
MÚSICA Hubert Bath, Jack Beaver, Charles Williams
FOTOGRAFÍA Bernard Knowles (B&W)
REPARTO Robert Donat, Madeleine Carroll, Lucie Mannheim, Godfrey Tearle, Peggy Ashcroft, John Laurie, Helen Haye, Wylie Watson
PRODUCTORA Gaumont British


SINOPSIS Richard Hannay está en un music-hall londinense. De repente, suena un disparo y comienza una pelea. En medio del tumulto, una chica asustada le pregunta si puede ir con él. Richard accede y la lleva a su apartamento.
CRÍTICAS ----------------------------------------
"Sólido e inteligente ejercicio de suspense que el cineasta creó como cima de la etapa británica de su carrera, una película viva y apasionante" (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)
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sábado, 21 de julio de 2012

Falso culpable

-Un Hitchcock atípico: parte de la idea base de recrear un caso real sin alterar los hechos más allá de lo estrictamente necesario. Se pierden así dos señas de identidad del director inglés tan importantes como su sentido del humor y su gusto por el absurdo. Irónicamente, hay quienes critican el guión por sus giros poco creíbles. Una vez más las exigencias de verosimilitud de muchos espectadores se revelan arma de doble filo.

-La puesta en escena está ideada partiendo de una premisa clara: narrar de forma subjetiva desde el punto de vista del hombre que es acusado injustamente. Gracias a esta concepción y la habilidad de Hitchcock, la película se convierte en una pesadilla kafkiana, angustiosa e inquietante. El espectador apenas tiene asideros a los que agarrarse para tomarse un respiro*.

-El desarrollo de este planteamiento no podría ser más hábil. La construcción de los planos, fotografía e iluminación de ensueño, el uso de la música, los precisos movimientos de cámara. Todo ello desemboca en una continua sensación malsana y onírica a partes iguales. Curioso que partiendo de la reconstrucción de una realidad subjetiva se llegue a una obra tan irreal, curioso y a un tiempo lleno de sentido.

-La actuación de Fonda, contenida y gris, va en plena consonancia con el clima de la película. Probablemente la obra más triste de Hitchcock, llena de una angustia realmente desasosegante. Quizás por su carácter de rareza no acabe de entusiasmar a los fans del inglés, recomiendo acercarse a ella sin prejuicios para no llevarse una desilusión por esperar otra cosa.

-Como pegas: la estructura argumental no es demasiado cinematográfica, deudora en exceso del caso real. Esto desemboca en algunos baches rítmicos o dramáticos**.

 
Hitchcock prefería de entre sus películas las que más gente atraían a las salas, por eso no sentía el entusiasmo suficiente para defender ésta. Creo que buena parte de los que valoran su obra sin atender a más razones que la satisfacción cinematográfica personal encontrarán buenos motivos al verla para sentir, ellos si, ese entusiasmo.

Un Hitchcock atípico pero muy recomendable.
*El letrero final, diciendo que la mujer se cura a los dos años, creo que no es verdad. Pero me baso en un comentario algo ambiguo del director, no puedo afirmarlo. En todo caso la película en sí no da pie al alivio: los protagonistas ven destruidas sus esperanzas, su existencia rota por completo. Incluso la liberación final sabe a fracaso. Si, cabrones, soy libre, pero me habéis jodido la vida.

**De todos modos el final me encanta: lo que empezó por mala suerte acaba por buena. La pesadilla kafkiana termina. El verdadero culpable y su detención, un infeliz que suplica por su mujer e hijos, todo muy triste.

TÍTULO ORIGINAL The Wrong Man
AÑO 1956
DURACIÓN 105 min.
PAÍS
DIRECTOR Alfred Hitchcock
GUIÓN Maxwell Anderson, Angus MacPhail (Obra: Maxwell Anderson)
MÚSICA Bernard Herrmann
FOTOGRAFÍA Robert Burks (B&W)
REPARTO Henry Fonda, Vera Miles, Anthony Quayle, Harold J. Stone, Nehemiah Persoff, Charles Cooper, Richard Robbins, Tuesday Weld
PRODUCTORA Warner Bros. Pictures
GÉNERO Intriga. Drama | Basado en hechos reales
SINOPSIS Manny es un músico de jazz que vive apaciblemente en Nueva York con su esposa Rose y sus dos hijos pequeños. En una aseguradora, una empleada lo confunde con un ladrón que había robado allí unos días antes y lo denuncia a la policía. Comienza entonces para él una angustiosa pesadilla: es detenido y acusado de una serie de hurtos perpetrados en el barrio. Lo terrible es que todos los testigos y las pruebas caligráficas corroboran su culpabilidad. Tras salir bajo fianza, intentará demostrar su inocencia. Mientras tanto, su esposa sufre una aguda crisis nerviosa y es internada en un psiquiátrico.

miércoles, 18 de julio de 2012

Los violentos años veinte

Película dirigida por el gran Raoul Walsh, basada en hechos reales y producida por Hal B. Wallis ("Hampa dorada", "Robin Hood") y Jack L. Warner.

Narra la historia de tres compañeros de armas (Lloyd, Eddie y George) de la Primera Guerra Mundial. De regreso a Nueva York, en 1918, se encuentran un país que no siente admiración por los ex-combatientes y en el que escasea el trabajo. Son los años de la Prohibición (Ley Seca), que genera oportunidades para los que se arriesgan a vivir al margen de la ley, en un mundo en el que proliferan los gánsters, las tabernas clandestinas, las guerras entre clanes mafiosos y las muertes violentas. Lloyd Hart (Jeffrey Lynn), hombre bondadoso, abogado de profesión, monta un bufete que le da trabajo y vive honradamente. Eddie Bartlett (James Cagney), perdedor incapaz de encontrar un trabajo satisfactorio, monta una pequeña banda de traficantes con Panamá Smith (Gladys George) y se asocia con George Hally (Humphrey Bogart), hombre frío, sin escrúpulos y sin principios. El nuevo grupo se ha de enfrentar en una larga serie de escaramuzas con el clan del poderoso Nick Brown (Paul Kelly), que sirven para mostrar las intrigas, venganzas, ambiciones, traiciones, abusos, miedos y odios que presiden el submundo del hampa. Walsh hace una soberbia y vibrante descripción del mismo.

La fotografía, a cargo del eminente Ernest Haller ("Lo que el viento se llevó"), combina con sabiduría movimientos de cámara muy precisos, primeros planos sobre fondos de gran profundidad, planos sobre fondos claros de excelente contraste, negros intensos junto a blancos brillantes (el collar de Panamá, el vestido de Jane, etc.), y travellings magistrales como el de aproximación a la escena final y el posterior de alejamiento de la misma. La música incluye canciones melódicas interpretadas por la joven Jane Sherman (Priscilla Lane), el amor imposible de Eddie, o por Panamá Smith y fragmentos de fondo (piano solo, orquesta, solos de metal), que en la secuencia final crean un clima de extraordinaria emoción, que sugiere la condena del gansterismo y el perdón compasivo de Eddie. Merecen una referencia especial las escenas en las que el director mueve, con su habitual brillantez, grupos numerosos de personas, como el abordaje por parte del pequeño barco de Eddie del mercante de George, el desalojo del bar clandestino por la policía, las peleas a puñetazos entre esbirros de Nick y Eddie. Es destacable la observación de detalles con enfoques singulares (la cafetera, la pistola de Eddie, la mano de Panamá sobre la de Eddie).

Obra clásica del subgénero de gángsters, realizada en la época de esplendor del mismo, que se sitúa junto a "Hampa dorada" y "Scarface", a las que supera en algunos aspectos. Pieza maestra del cine negro y joya del cine clásico.

TÍTULO ORIGINAL The Roaring Twenties
AÑO 1939




DIRECTOR Raoul Walsh
GUIÓN Jerry Wald, Richard Macaulay, Robert Rossen
MÚSICA Heinz Roemheld
FOTOGRAFÍA Ernest Haller (B&W)
REPARTO James Cagney, Priscilla Lane, Humphrey Bogart, Gladys George, Jeffrey Lynn, Frank McHugh, Paul Kelly, Elisabeth Risdon, Edward Keane, Joe Sawyer, Joseph Crehan, George Meeker, John Hamilton, Robert Elliott, Eddy Chandler, Abner Biberman, Vera Lewis
PRODUCTORA Warner Bros. Pictures. Productor: Hal B. Wallis


SINOPSIS Estados Unidos, Ley Seca, años 20. Relato sobre los diferentes camkinos que siguen tres veteranos que se conocen durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Cuando regresan a América tras luchar por su país, tropiezan con el problema del desempleo y con grandes difícultades económicas. Uno de ellos (Lynn) seguirá con decisión el buen camino; otro (Cagney), amargado por la falta de futuro, no encuentra más salida que el contrabando ilegal de licor; el tercero (Bogart) se convierte en un implacable gángster.

sábado, 14 de julio de 2012

La dama de Shanghai

Un guión complejo, cómo toda película de cine negro que se precie, sostenido en ocasiones por finos hilos argumentales, pero servido con la sabiduría de un Welles que de nuevo vuelve a moldear la imagen con un gusto barroco que no deja de atraparnos. La mítica de Hollywood cuenta que Welles estaba buscando dinero para montar una obra de teatro y que decidió llamar al despótico Harry Cohn, dueño de la Columbia, ofreciéndole una película. Cuando Cohn le preguntó sobre el proyecto, Welles le dio el título de una novela barata que había en el kiosco, y de ese material de desecho salió una de las películas más fascinantes del maestro que, en aquel entonces, terminaba su tormentoso matrimonio con Rita Hayworth. 


La mítica Gilda realiza aquí realmente su primer papel de femme fatale. A diferencia del recordado personaje, la maldad de Elsa Bannister no es aparente, sino el único modo de sobrevivir en ese nido de víboras que nos muestran (fascinante la presentación de Rita: Un primer plano de su rostro, fotografiado por la turbia mirada de Charles Lawton Jr, que pica para terminar en el plano de un perro negro, casi diabólico...). Para conseguir esta transformación, Welles da una vuelta más de tuerca, casi una herejía: cortar su famosa cabellera pelirroja (un año antes había hecho la mítica “Gilda” que la había convertido en la sex symbol de los años 40) y teñirla de un rubio platino. Con estos cambios y la mano maestra de su marido, Rita Hayworth hará una interpretación de altura, llena de matices, pero siempre recorrida por una maldad que no la abandona ni en los instantes de amor; pero aún así tan fascinante que quedamos presos del delirio que su presencia provoca. A su lado, Everett Sloane, abogado criminalista y en su debilidad (está tullido), un tiburón de dientes afilados. Ese terceto maléfico se completa con Glenn Anderrs, en una actuación sorprendente, delirante, como hermano de Sloane que teme que llegue el fin del mundo por lo que hace una alucinante oferta a Welles, que interpreta aquí a un marinero irlandés, casi un maestro de ceremonias, pues pese a lo que ha vivido en ningún momento olfatea el peligro que encierra esta historia tan turbia y morbosa.


La imagen final con que se cierra esta película ha pasado con justicia a la historia del cine al ser una secuencia tan fascinante como compleja en su juego de apariencia y realidad, pero de maldad multiplicada hasta el infinito. Incomprensiblemente, con esta obra maestra Welles iniciará su peregrinaje por Europa para poder realizar el cine que él quería; no volverá a Hollywood hasta diez años después para rodar “Sed de mal”.


"La dama de Shanghai" fue en su día un fracaso de crítica y de público. Hoy en día está considerado por algunos como una obra maestra. Pues ni una cosa ni otra. "La dama de Shanghai" es una obra menor en la trayectoria de Welles, muy inferior a "Ciudadano Kane", "El cuarto mandamiento" o "Sed de mal", que sin embargo contiene algunas secuencias y planos de primera calidad y algunos diálogos y monólogos (la voz de off de Welles es muy ingeniosa) de lo mejor de la época.
Welles intentó una película de cine negro tan habituales en la época de los años 40 con el atractivo de su mujer (aunque llevaban dos años sin hablarse y estaban a punto de obtener el divorcio) una bellísima Rita Hayworth, que aunque no está como en "Gilda" evidentemente, hace una interpretación más que aceptable. Sin embargo la jugada le salió mal y tuvo que emigrar a Europa para relanzar su carrera. Welles gana mucho en los diálogos y lo pierde dando mamporros a diestro y siniestro en ciertas partes del film que no resultan muy verosímiles. No cabe duda que estamos ante una de esas películas de grandes momentos pero que en conjunto baja bastante.
 
 
Una buena película, que con la firma de Welles, la presencia de la Hayworth más alguna escena mítica (por ejemplo la final de los espejos) ha hecho con el tiempo que se sobrevalore un tanto.
 

La película tiene dos partes diferenciadas, la primera parte mientras están en el barco tiene un gran nivel, bajando paulatinamente a medida que la historia se embrolla, pudiendo ser calificada por momentos la historia de espesa. El plano final de Welles alejándose en el parque de atracciones con la voz en off hablando de como superar la pérdida de la Hayworth es una de las declaraciones de amor más bonitas de la historia del cine.

 Orson Welles dirige y protagoniza esta cinta, catalogada como un clásico del cine negro. Le acompaña la sensual, sobrepasada por el mito, Rita Hayworth, en el papel de mujer fatal. Welles interpreta a Michael O'Hara, un hombre corriente, experimentado en la vida, y que entiende de barcos, al que le llega la oferta de formar parte de la tripulación de uno, propiedad de Arthur Bannister (Everett Sloane), casado con Elsa (Rita Hayworth). Entre los tres personajes, y alguno más, no hay que olvidarse de George Grisby (Glenn Anders), socio de Bannister en el bufete, crearán una maraña de turbios engaños, amores, intrigas y asesinatos, resumidos en una parábola relatada por Michael a sus compañeros: como tiburones hambrientos...


La película está rodada excelentemente. Las tomas mostradas a ras de suelo son de gran talento. Hay escenas para quitarse el sombrero: una conversación entre los personajes protagonistas durante una noche de 'lingotazos' en una excursión; la escena del acuarium; y por supuesto la grandiosa y archicomentada escena de los espejos, sólamente puede ser producto de la mente de un excelente director, como es Welles.
Parte de la película está narrada por el O'Hara, y aunque es difícil acertar en el ritmo mezclando narración con diálogos, Welles lo consigue excelentemente, dando un ritmo perfecto al film.

Qué decir de las portentosas interpretaciones, todos están estupendos, tanto que, en mi opinión, no sobresalen en exceso Rita y Orson, están todos a un grandísimo nivel.


Algunas frases que se te quedan clavadas, siempre recordadas en la escena precisa, claro:

"Ya te dije que no sabes nada de la vida" (Elsa a Michael cuando él se hace un importante ofrecimiento)
Tampoco tiene ningún desperdicio el diálogo de Grisby y Michael, cuando el primero realiza su petición. Comienza así: (G) "Crees que el mundo durará eternamente", (M) "Supongo que no. Si tuvo un comienzo también tendrá un final"



SINOPSIS Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos.
CRÍTICAS ----------------------------------------
"Una de las mejores película de Welles (...) inquietante, morbosa, trágica" (Carlos Boyero: Diario El Mundo)
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TÍTULO ORIGINAL The Lady From Shanghai
AÑO 1947




DIRECTOR Orson Welles
GUIÓN Orson Welles (Novela: Sherwood King)
MÚSICA Heinz Roemheld
FOTOGRAFÍA Charles Lawton Jr. (B&W)
REPARTO Rita Hayworth, Orson Welles, Everett Sloane, Glenn Anders, Ted de Corsia, Erskine Sanford, Gus Schilling, Carl Frank, Louis Merrill, Evelyn Ellis, Harry Shannon
PRODUCTORA Columbia Pictures

Crimen perfecto

Film de Alfred Hitchcock rodado en 3 dimensiones (3D). El guión, del dramaturgo inglés Frederick Knott (1916-2002) y Alfred Hitchcock (no acreditado), adapta la obra de teatro escrita para la televisión “Dial M for Murder” (1952), del proio Knott. Se rueda íntegramente en los Warner Studios (Burbank, CA), con un presupuesto estimado de 1,4 M USD. Producido por Hitchcock para la Warner, se estrena el 29-V-1954 (EEUU).


La acción dramática tiene lugar en Londres a lo largo de 3 días con un epílogo situado meses más tarde. El antiguo campeón de tenis Tony Wendice (Milland), retirado de las pistas, dedicado a la venta de artículos deportivos y sin patrimonio propio, está casado desde hace unos años con Margot Mary (Kelly), una mujer hermosa y acomodada. Cansada de la vida desordenada y egocéntrica de Tony y de sus ausencias frecuentes, Margot se enamora de Mark Halliday (Cummings), escritor norteamericano de guiones policíacos para la televisión. Los celos y el temor a perder la herencia de su mujer, tras la probable petición de divorcio de ésta, llevan a Tony a concebir un plan para destruirla. Cuenta con la colaboración de un antiguo compañero de estudios, Charles Swann (Dawson). Tony es celoso, codicioso, inteligente, elegante, educado y maquinador. Margot es atractiva, encantadora y frágil. Swann, ex convicto, es débil, carece de escrúpulos y es capaz de cualquier cosa por dinero.
 

El film suma crimen, misterio, suspense, romance y thriller. Se basa en una obra dramática escrita para la televisión y emitida por la BBC en 1952. Adaptada al teatro, se estrena con éxito en Londres y Broadway (29-X-1952). Aficionado a la experimentación y a la asunción de retos, Hitchcock decide llevarla al cine. Es una de las tres películas que rueda para la Warner dedicadas a homenajear a los tres medios de representación dramática: el teatro (“Pánico en la escena”), el cine (“Extraños en un tren”) y la televisión (“Crimen perfecto”). La primera comienza alzando un telón, la segunda se inicia con una metáfora del cine (tren en movimiento) y la tercera se parece voluntariamente a una obra de teatro filmada para la TV.
 

El film trata una de las grandes obsesiones del realizador, el crimen indescifrable tras el que se oculta una inteligencia superior capaz de sembrar en torno de los hechos el desconcierto, la confusión y la imposibilidad de identificar al autor y probar su responsabilidad. Se dice que el crimen es perfecto porque está tan lúcidamente planificado y rigurosamente ejecutado que no deja huellas y nadie puede descubrir al culpable. Los personajes de Hitchcock tratan el tema en “Sospecha”, “La sombra de una duda”, “Extraños en un tren”, “Crimen perfecto”

Realiza la obra con escasos elementos, un único escenario y dos sets complementarios (un club y una extraña sala de juicios), pocos actores y una trama básica muy sencilla. La narración se basa en unos diálogos abundantes, bien construidos, ocurrentes, elegantes y medidos con precisión milimétrica. Los personajes se presentan definidos con acierto y funcionalidad: de ellos se dice todo lo necesario, pero nada más. Tienen gran importancia los detalles y numerosos objetos en los que se apoya el suspense: llaves, gabardinas, pañuelos, tijeras, fotografía, puerta, carta, bolso, cortina, teléfono, etc. La puesta en escena es magistral dentro de un espacio limitado, poco versátil y muy ocupado por muebles y objetos de decoración. La interpretación de Ray Milland es magnífica. La de Kelly, todavía en fase de rodaje y en su primera colaboración con Hitchcock, aporta la belleza deslumbrante, rubia y de potente sensualidad, que el film requiere. La intriga, administrada con talento y apoyada visualmente, se mantiene hasta el último fotograma.

Destacan dos escenas memorables, de gran cine. La entrevista de 20 minutos de duración de Swann y Wendice en la sala de estar del apartamento del segundo (61A de Carrington Gardens) y la del crimen frustrado. La primera es una pura delicia como espectáculo de lucha entre un hombre pérfidamente inteligente y un personaje débil, solitario, desarraigado y maltratado por la vida. La segunda constituye una gran lección de cine: se funden en ella interpretación, iluminación, montaje, color, sombras, música y puesta en escena, en una expresión pura de plenitud cinematográfica.

Es la tercera película en color del realizador, la primera y única que filma en 3D y la primera en la que cuenta con la colaboración de Grace Kelly, que se convierte para Hitchcock en la representación ideal de la mujer y en su musa preferida.


 
La banda sonora, de Dimitri Tiomkin, aporta una partitura que enlaza pasajes románticos y melódicos (“Margot y Mark”), de creación de suspense y dramáticos, de excelente factura y gran colorido. La fotografía, de Robert Burks, ofrece planos elevados emocionantes, planos de detalle que sostienen y alimentan la intriga, claroscuros rembrandtianos y un montaje fluido, suave, casi imperceptible.

TÍTULO ORIGINAL Dial M for Murder
AÑO 1954




DIRECTOR Alfred Hitchcock
GUIÓN Frederick Knott
MÚSICA Dimitri Tiomkin
FOTOGRAFÍA Robert Burks
REPARTO Grace Kelly, Ray Milland, Robert Cummings, John Williams, Anthony Dawson, Leo Britt, Patrick Allen, George Leigh
PRODUCTORA Warner Bros


SINOPSIS Tony Wendice (Ray Milland), un frío y calculador ex tenista profesional, quiere asesinar a su bella y rica esposa Margot (Grace Kelly), porque sospecha que le es infiel, aunque lo que más le interesa es quedarse con su fortuna. Para llevar a cabo su plan, chantajea a un antiguo camarada del ejército para que entre en la casa en su ausencia y estrangule a Margot.
CRÍTICAS ----------------------------------------
La película fue rodada en 1954 utilizando la cámara de "visión natural" de M.L. Gunzberg, poseedora de la misma tecnología que otros films que iniciaron el boom por el 3-D en 1953, como "Los crímenes del museo de la cera" (House of Wax, André De Toth). Inicialmente se planteó estrenarla en 3D y 2D, pero finalmente se optó por estrenarla sólo en este último formato debido a la pérdida de popularidad del 3-D en el momento de su lanzamiento. En febrero de 1980, sin embargo, el sistema 3D fue resucitado en el Teatro York de San Francisco, lo que permitió a Warner Bros. reestrenar la versión 3D de la película en Febrero de 1982. 
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Otra obra mayor de Hitchcock, todo un prodigio de calculado guión y preciso manejo del tempo narrativo. Del mismo modo y con los resortes parecidos a los de "La ventana indiscreta", el maestro inglés consigue, con apenas una habitación como escenario y unos pocos personajes, un film que desborda por su estilo y talento, además de conseguir intrigarnos hasta límites que sólo él supo hacernos llegar. 
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Marcado para matar


Seijun Suzuki agarrando la maza “dadá” y dedicándose a demoler cualquier sentido del tempo y del espacio cinematográfico, para, tras rebuscar entre los escombros, aplicar unos preceptos más cercanos a la pintura abstracta o a la gramática “jazzistica” que a cualquier otra cosa. El resultado es un film radical y delirante, más “nueva ola” que la “nueva ola”, que satiriza las convenciones del “noir” a base de estilizarlas hasta el absurdo, no existen los personajes como tales ( no hay dramaturgia, sino uso de tipologías) y la narración se vuelve asincrónica, contando con unas elipsis salvajes dentro de la misma secuencia o escena, una audacia formal que se mueve entre la inconsciencia y el experimentalismo de cuatro duros, y que le costó a Suzuki que le dieran la patada de la “Nikkatsu”.



Con una puesta en escena libérrima y juguetona, repleta de encuadres imposibles (con esa fijación por colocar objetos entre los actores y la cámara para dividir el plano y forzar la visión del espectador) y combinaciones geométricas que aprovechan la arquitectura de los decorados, mezclando racionalismo y “pop-art”, un “score” átonal e hipnótico que suena a algo así como un cruce entre la bandas sonoras imaginarias de John Zorn y Barry Adamson con el “cool” de Miles Davis, préstamos del lenguaje y la estética del cómic (ese disparo a través de la cañería que Jim Jarmusch homenajeo en la estupenda “Gosht Dog”), expresionismo, simbolismo de herencia “kabuki”,... un festival de eclecticismo para dar forma a una experiencia audiovisual que ni viéndose se cree. Si todo esto fuera poco hay que añadir una concepción del erotismo fetichista y enfermiza (el protagonista solo es capaz de excitarse con el aroma del arroz hervido), entre la parodia descarada y burlona y el frenesí “sadomaso”, genialmente interpretada por ese monstruo que es Jo Shishido, el mítico actor de los mofletes operados y especie de Klaus Kinski nipón, una personalidad inimitable e imprevisible, perfecto para el universo imposible de Suzuki. Una reinterpretación del género refractaria a cualquier ortodoxia y, desde luego, nada complaciente, sino agresiva para con el espectador, al que desafía a través de una concepción ácrata del lenguaje y a una estrangulación de las convenciones y las expectativas, el resultado es la plasmación más pura del sentido del cine del autor, quizá la única vez dónde hizo todo lo que quiso, hasta el punto en que intento reeditarlo con un (auto) “remake” , la pretenciosa y mediocre “El baile de los sicarios”.



Obras como ésta, u otras en cierta manera emparentadas, como "Mulholland Drive", "Inland Empire" o "Memento", donde se deconstruyen (o destruyen) las coordenadas espacio-temporales, suelen ser ensalzadas (o denigradas) básicamente en virtud de tan llamativa cualidad (que, dicho de sea de paso, habría que preguntarse hasta qué punto debe ser saludada como el colmo de la modernidad: cuando el cine iba a gatas, la novela, el teatro, la pintura o la música ya habían transitado estos caminos). Mas, para apreciar dicha estructura narrativa, no hace falta ver la película, bastaría con leer el guión. Quiero decir con ello que, sin negarle su grado de importancia, no deja de ser la parte de un todo, un armazón o esqueleto que requiere ser vestido —la ejecución propiamente cinemática— y es la totalidad resultante la que en todo caso debe ser valorada. Por eso aquí recalco especialmente la originalidad de los encuadres y el ritmo en su duración y engarce, los movimientos laterales de cámara, la utilización extraordinaria de la fotografía en blanco negro, sobre todo retratando a los actores (el principal, con esos mofletes operados, o la chica, con primeros planos francamente inquietantes mirando a cámara), la fascinante dirección artística (tanto en decorados como en exteriores), el trabajo con el sonido y la música…

 
Todo ello conforma una partitura audiovisual sensorialmente impactante, de espíritu libre y anárquico, donde el humor absurdo coexiste con la sofisticación sexual, la violencia yakuza o la reflexión filosófica sobre la identidad o la muerte. Tan surrealista como "Una página de locura", abstracta como "La aventura", o delirante como "Pierrot el loco", "Branded to Kill" entronca con lo que Buñuel comentaba acerca de "El fantasma de la libertad", la paradoja de una película donde todo cuanto sucede es a la vez gratuito y necesario.


TÍTULO ORIGINAL Koroshi no rakuin (Branded to Kill)
AÑO 1967




DIRECTOR Seijun Suzuki
GUIÓN Hachiro Guryu, Takeo Kimura, Chusei Sone, Atsushi Yamatoya
MÚSICA Naozumi Yamamoto
FOTOGRAFÍA Kazue Nagatsuka (B&W)
REPARTO Jo Shishido, Mariko Ogawa, Anne Mari, Koji Nambara, Isao Tamagawa, Hiroshi Minami, Iwae Arai
PRODUCTORA Nikkatsu


SINOPSIS Un asesino del crimen organizado es contratado para llevar a cabo una misión. Es conocido como el Número 3, y pronto se verá en vuelto en una especie de conspiración en la que están metidos una extraña y fascinante mujer, y más asesinos. La caza comienza, y enseguida sabremos quién es el Número 1 de la Organización, todo un ejemplo a seguir, y sobre el que algunos incluso aseguran que no existe, que es un invento para meter miedo.

Sed de mal


Barroca hasta los tuétanos, “Sed de mal” es quizá la mejor película realizada por Orson Welles. La razón de que el maestro filmará esta joya del cine la tiene Charlton Heston. En en un primer momento Welles sólo estaba contemplado para interpretar a Hank Quinlan, pantagruélico policía que camina pesadamente entre el filo de lo legal e ilegal para lograr sus propósitos; pero Heston, en la cima de su carrera, entendió que sería Welles quien lo dirigiera y aunque no era así mantuvo esta exigencia y logró que el maestro filmara una de las mejores películas de la historia del cine. 


Intriga criminal desarrollada en un pueblo fronterizo entre EE.UU y México, que enfrenta a un Quinlan, amargado y fascista, con su contrario, Vargas (Heston), inquebrantable en su honradez y limpio en sus métodos (ironías del cine). La primera secuencia ha pasado con justicia a la historia del cine. Un plano secuencia de casi tres minutos (ahora en la versión “director’s cut” la podemos ver sin los títulos de crédito que “ensuciaban” esta joya) que comenzando por un plano detalle de una bomba de relojería recorre todo el lenguaje cinematográfico hasta terminar en la explosión que iniciará todo la intriga y la llegada del fascinante Hank Quinlan. 


La película es un ejercicio alucinógeno, con una atmósfera pesada, genialmente fotografiada por Russell Mety, que nos transportará a un universo bizarro y putrefacto, con encuadres que subrayan desde la trama a las características de los principales personajes. Esta puesta en escena, llena de encuadres asombrosos y movimientos de cámara para nada gratuitos y de una modernidad asombrosa, destilan la savia que sólo un genio como Welles poseía. Muestra de esto, sería la última secuencia, un ejercicio visual y sonoro que resume el tono alucinante que preside esta película de cine negro, negrísimo. 


La actuación de Welles es estremecedora, llena de una hondura psicológica que logra acercarte a ese ser monstruoso que es Quinlan. También encontramos a una Janet Leigh, “prespiscosis”, como esposa del comisario Vargas y también acosada en un motel; y a un Akim Tamiroff como el mafioso mejicano, Tío Joe Grandi. Cuenta también con una serie de cameos: Mercedes McCambridge, Cotten, Zsa Zsa Gabor y una misteriosa Marlene Dietrich, como la gitana Tanya, que dará muestras de su valía en un pequeño papel que llena toda la pantalla y cierra esta historia con una frase que resume toda la película: “un buen hombre, un mal policía”.


Hay muy pocos directores de la época clásica del cine que cuenten con fans en la actualidad. Cuando hablo de fans, lo digo literalmente, me refiero a esa gente que son incondicionales y que resulta en vano dialogar críticamente sobre el personaje en cuestión. Uno de ellos es Alfred Hitchcock y otro desde luego es Orson Welles, uno de los que más seguidores acérrimos tiene.

Los que no somos antiWelles, pero sí creemos que se trata de un director que cuando menos merece una revisitación a la baja, se nos intenta desterrar. De su filmografía uno de los casos más paradigmáticos es sin duda “Sed de mal”, un trabajo bastante desafortunado, donde hay un caos que por mucho que se empeñen los diferentes montajes que se han hecho en la historia, la cosa no funciona.

El reparto es genial, pero desaprovechado, es una mera colección de cromos de Welles donde deambulan algunas de las más grandes estrellas del cine de forma desafortunada – en este capítulo se lleva la palma las escenas de Janet Leigh-. Sigue Welles con su autocomplacencia y su egolatría, que tiende a estar siempre por encima de la historia. Ese afán por gustarse es cansino, momentos interminables donde la luz de la habitación se enciende y se apaga, demuestra que no confia en lo que cuenta y tiene que recurrir siempre a una puesta en escena muy personal para llamar la atención.

Y luego directamente la película es bastante aburrida, su intento de mezclar delitos y comportamientos más modernos, con un aire de cine negro clásico no cuaja en absoluto.

Cuando en los años noventa a “Sed de mal” la empezaron a dar cien mil premios, de esos que valoran un siglo de cine, y que premian a películas “injustamente olvidadas”, se terminó por consagrarla leyenda. Todo es un mero complejo de culpabilidad, como Welles pasó de ser el niño mimado al proscrito de turno, parece que sus películas son valoradas a posteriori con ojos de verdugo arrepentido. Puede que Welles perdiera en su momento el respaldo de la industria, pero ganó algo más importante con los años: El Mito. 

TÍTULO ORIGINAL Touch of Evil
AÑO 1958




DIRECTOR Orson Welles
GUIÓN Orson Welles (Novela: Whit Masterson)
MÚSICA Henry Mancini
FOTOGRAFÍA Russell Metty (B&W)
REPARTO Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor
PRODUCTORA Universal Pictures


SINOPSIS Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro.
CRÍTICAS ----------------------------------------
Obra maestra de Welles de deslumbrante reparto y compleja historia sobre el poder y la corrupción. Atención a su escena de apertura, un prodigio de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores comienzos de la historia del cine. "Sobresaliente filme (...) la magnífica dirección de Orson Welles eleva a la categoría de clásico esta intriga policiaca (...) ejercicio de estilo inigualable" (Fernando Morales: Diario El País) ----------------------------------------